aqui voy a ir recopilando cosas que encuentro por ahi y q me parece que os puedan interesar
y mas cosas que se ma vayan ocurriendo
espero que os guste
viernes, 13 de diciembre de 2013
Cuentos Clásicos XXVI: LAS HADAS
Érase una vez una viuda que tenía dos hijas. La mayor asemejaba a la madre en todo, tanto fisicamente como en el carácter, quien veía a la madre veía a la hija. Las dos eran sumamente antipáticas y llenas de soberbia, a tal punto que nadie quería estar cerca de ellas. Ni vivir junto a ellas. La más joven por el contrario, tenía una dulzura increíble, y por la bondad del corazón, era el retrato de su padre, y era de una belleza incomparable que era difícil encontrar otra joven tan bella como ella. Naturalmente, como todos aman a sus semejantes, la madre tenía predilección por la mayor y sentía por la menor una aversión y repugnancia espantosa. La hacía comer en la cocina, y todos los quehaceres de la casa le tocaban a ella. Aparte de todo, esta pobre niña debía dar dos viajes a una fuente distante, de más de una milla y media a buscar agua y traer un gran cántaro lleno.
Un día mientras estaba en la fuente llenando su cántaro, se le acerca una pobre vieja, quien le rogó que le diera agua de beber. "Pero claro, abuelita, con mucho gusto." respondió la niña, "espere que le llene la jarra". Inmediatamente la limpió, la llenó con agua fresca y se la presentó, sosteniéndola en sus propias manos para que bebiera cómodamente y hasta saciarse. Cuando hubo bebido, la viejita le dijo: "Eres tan buena, y tan bella que por esto no puedo hacer menos que darte un regalo". Aquella era un hada que había tomado la forma de una vieja campesina para ver hasta donde llegaba la bondad de la jovencita. Y continuó."Te doy por regalo que por cada palabra que sale de tu boca brotará o una flor o una piedra preciosa". La muchacha regresó a la casa con el cántaro lleno, algunos minutos más tarde; la madre estaba hecha una furia por el minúsculo retardo. "Mamá, ten paciencia, te pido perdón" dijo la hija toda humilde, y en tanto hablaba le salieron de la boca dos rosas, dos perlas y dos diamantes enormes. "Pero qué sucede aquí!!" dijo la madre estupefacta, "me equivoco o estás escupiendo perlas y diamantes!... Oh pero cómo, hija mía? ..." Era la primera vez en toda su vida que la llamaba así y en tono afectuoso. La niña contó ingenuamente todo lo que le había sucedido en la fuente; y mientras hablaba , brotaban los rubíes, topacios de sus labios.
"Oh, qué fortuna!", dice la madre, "necesito enviar también a esta otra niña. Mira, Cecchina, mira lo que sale de la boca de tu hermana cuando habla. Te gustaría tener también a ti este don?... Es necesario que solamente vayas a la fuente de agua y si una viejita te pide agua, dásela con mucha amabilidad." "¡No faltaba más, ir a la fuente ahora!" reclamó la otra. "¡Te digo que vayas ahora mismo!" Gritó la mamá. Salió corriendo la muchacha, llevando consigo la más bella jarra de plata que había en la casa.
- Apenas había llegado a la fuente, apareció a una gran señora, vestida magníficamente, que le pide un poco de agua. Era la misma hada que había aparecido a su hermana; pero había tomado el aspecto y vestuario de una princesa, para ver hasta dónde llegaba la malcrianza de esa joven. "¡Pero claro" dice la soberbia, "que he venido aquí para darle de beber a usted! ...¡Seguro!...Para darle de beber a usted y no a otra persona!...Un momento, si tiene sed, la fuente está ahí!" "Tienes muy poca educación, muchacha..." dijo el hada sin inmutarse "Ya que eres tan maleducada te doy por regalo , que por cada palabra pronunciada saldrán de tu boca una rana o una sarpiente".
Apenas la vio la madre a lo lejos, la gritó a plena voz: "¿Cómo te fue, Cecchina?" "¡No me molestes mamá!, replicó la muchacha; e inmediatamente escupió dos víboras y dos ranas ¡Oh Dios, que veo!... ¡la culpa debe ser toda de tu hermana!, ¡me la pagará!" Y se movió para pegarle. Aquella pobre joven huyó del rencor y fue a refugiarse en el bosque cercano.
El hijo del Rey que regresaba de la caza la encontró en un sendero , y viéndola tan hermosa, le preguntó qué hacía en ese lugar tan sola, y porqué lloraba tanto. "Mi madre me ha sacado de la casa y me quería golpear" Respondió la joven. El hijo del Rey quien vio salir de aquella boca cinco o seis perlas y otros tantos brillantes, le rogó que le contara cómo era posible algo tan maravilloso. Y la muchacha le contó toda la historia de lo que le había sucedido. El príncipe real se enamoró de inmediato de ella, y considerando que el don del hada era más valioso que cualquier dote que ninguna de las damas del reino podrían tener, la llevo sin chistar a palacio y se casó con ella. La otra hermana, mientras tanto se hizo odiar por todos de tal manera, que su misma madre la sacó de la casa; y la desgraciada joven después de tratar de convencer a muchos de que la recibieran, todo en vano; se fue a morir al fin del bosque.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Cuentos Clásicos XXV: LA SIRENITA
Había una vez... en el fondo del más azul de los océanos, un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritón que tenía una abundante barba blanca. Vivía en esta espléndida mansión de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellísimas sirenas.
Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".
Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada.
Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir. A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!" Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer . El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oir sus alegres graznidos de bienvenida. "¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas.
Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón.
La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más. Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡ Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..." La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida.
Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.
Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa.
Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera. Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente,"estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré."
Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país.
Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa. Pero el destino le reservaba otra sorpresa.
Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo. Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas."
Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma. Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanzó un rayo amarillento sobre el mar y, Sirenita, desde las aguas heladas, se volvió para ver la luz por última vez.
Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arrancó del agua y la transportó hacia lo más alto del cielo. Las nubes se teñían de rosa y el mar rugía con la primera brisa de la mañana, cuando la pequeña sirena oyó cuchichear en medio de un sonido de campanillas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Ven con nosotras!" "¿Quienes sois?" murmuró la muchacha, dándose cuenta de que había recobrado la voz "¿Dónde estáis?" "Estas con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.
" Sirenita , conmovida, miró hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del príncipe, y notó que los ojos se le llenaban de lágrimas, mientras las hadas le susurraban: "¡Fíjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lágrimas se transformen en rocío de la mañana. ¡Ven con nosotras!
domingo, 13 de octubre de 2013
Cuentos Clásicos XXIV: LA PERLA DEL DRAGON
Hace muchísimos años, vivía un dragón en la isla de Borneo; tenía su cueva en lo alto del monte Kinabalu. Aquél era un dragón pacífico y no molestaba a los habitantes de la isla. Tenía una perla de enorme tamaño y todos los días jugaba con ella: lanzaba la perla al aire y luego la recogía con la boca. Aquella perla era tan hermosa, que muchos habían intentado robarla. Pero el dragón la guardaba con mucho cuidado; por eso, nadie había podido conseguirlo.
El Emperador de la China decidió enviar a su hijo a la isla de Borneo; llamó al joven Príncipe y le dijo: "Hijo mío, la perla del dragón debe formar parte del tesoro imperial. Estoy seguro de que encontrarás la forma de traérmela." Después de varias semanas de travesía, el Príncipe llegó a las costas de Borneo. A lo lejos se recortaba el monte Kinabalu, y en lo alto del monte el dragón jugaba con la perla.
De pronto, el Príncipe comenzó a sonreír porque había trazado un plan. Llamó a sus hombres y les dijo: "Necesito una linterna redonda de papel y una cometa que pueda sostenerme en el aire." Los hombres comenzaron a trabajar y pronto hicieron una linterna de papel. Después de siete días de trabajo, hicieron una cometa muy hermosa, que podía resistir el peso de un hombre. Al anochecer, comenzó a soplar el viento. El Príncipe montó en la cometa y se elevó por los aires.
La noche era muy oscura cuando el Príncipe bajó de la cometa en lo alto del monte y se deslizó dentro de la cueva. El dragón dormía profundamente. Con todo cuidado, el Príncipe se apoderó de la perla, puso en su lugar la linterna de papel y escapó de la cueva. Entonces, montó en la cometa y encendió una luz. Cuando sus hombres vieron la señal, comenzaron a recoger la cuerda de la cometa. Al cabo de algún tiempo, el Príncipe pisaba la cubierta de su barco. "¡Levad anclas!", gritó. El barco, aprovechando un viento suave, se hizo a la mar.
En cuanto salió el sol, el dragón fue a recoger la perla para jugar, como hacía todas las mañanas. Entonces, descubrió que le habían robado su perla. Comenzó a echar humo y fuego por la boca y se lanzó, monte abajo, en persecución de los ladrones. Recorrió todo el monte, buscó la perla por todas partes, pero no pudo hallarla. Entonces, divisó un junco chino que navegaba rumbo a alta mar. El dragón saltó al agua y nadó velozmente hacia el barco. "¡Ladrones! ¡Devolvedme mi perla!", gritaba el dragón.
Los marineros estaban muy asustados y lanzaban gritos de miedo. La voz del Príncipe se elevó por encima de todos los gritos: "¡Cargad el cañón grande!". Poco después hicieron fuego. El dragón oyó el estampido del disparo; vio una nube de humo y una bala de cañón que iba hacia él. La bala redonda brillaba con las primeras luces de la mañana y el dragón pensó que le devolvían su perla. Por eso, abrió la boca y se tragó la bala. Entonces, el dragón se hundió en el mar y nunca más volvió a aparecer. Desde aquel día, la perla del dragón fue la joya más preciada del tesoro imperial de la China.
viernes, 13 de septiembre de 2013
Cuentos Clásicos XXIII: LA FOSFORERA
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima. Era el día de Nochebuena. En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas. La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto. ¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de frío. ¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien!
Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla. Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría. Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico nacimiento: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo. -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios". Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante. -¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento! Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena! El sol iluminó a aquel tierno ser sentado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo. -¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien. Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.
Hans Christian Andersen
martes, 13 de agosto de 2013
Cuentos Clásicos XXII: LA CIUDAD SUMERGIDA
Había una vez un viejo pescador que tenía una choza junto a la playa, tenía una barca que se llamaba "Tormenta" y una hija que se llamaba Celiana. Celiana iba siempre con su padre para ayudarle en los trabajos de la pesca. Una tarde, Celiana y su padre estaban pescando. De pronto, las aguas comenzaron a agitarse y, del fondo del mar, subió un jabalí, blanco como la espuma de las olas. El Jabalí Blanco les dijo: "Hace muchísimos años, mi ciudad fue encantada... Y, desde entonces, está sumergida en el fondo del mar. Celiana, hemos sabido que tú puedes romper este encantamiento." "¿Qué debo hacer?, preguntó la niña. El Jabalí Blanco le contestó: "Tienes que pasar tres pruebas: la primera consiste en acompañarme al fondo del mar; la segunda, no hablar ni una sola palabra durante tres días; y la tercera, no acariciar a ninguno de los animales que veas en la ciudad." "De acuerdo", exclamó Celiana.
La niña dijo adiós a su padre, montó en el Jabalí Blanco y, poco después, se hundieron en el mar. Al cabo de un rato, el Jabalí le dijo: "Toma este jarro de oro y llénalo de agua. Si consigues pasar las pruebas, echarás unas gotas de esta agua sobre cada animal que veas." Celiana dijo que sí con la cabeza, llenó el jarro y lo colgó al cuello del Jabalí. El viaje por el fondo del mar fue largo y hermoso: rodeados por bandadas de peces sierra, los peces martillo y los peces hacha. Celiana quería preguntar muchas cosas; pero recordaba que no podía hablar y, con gestos, mostraba su admiración.
A lo lejos se distinguía ya la Ciudad Sumergida. Mil torres de diferentes formas y tamaños se recortaban en aquel cielo de aguas verdes. Celiana le puso por nombre "La Ciudad de las Mil Torres". Como era de noche, las calles de la ciudad estaban desiertas. En las aceras había luciérnagas para alumbrar el camino. El Jabalí Blanco dejó a Celiana en una de las casas y se despidió de ella. La niña entró en una habitación toda amueblada con caracolas marinas. Al poco rato, dos perritas blancas le trajeron la cena y todo lo que necesitaba para pasar la noche. La niña recordó su promesa y les dio las gracias con un gesto.
Al día siguiente, Celiana salió a pasear. Por las calles sólo se veían animales silenciosos y cabizbajos. Algunos iban llorando y gruesos lagrimones caían de sus ojos. Celiana quería correr a consolarlos; pero pensó que les ayudaría más si cumplía su promesa. Le costó mucho trabajo; pero durante tres días no habló ni acarició a nadie. Celiana esperó impaciente a que amaneciera el cuarto día. Entonces, se levantó y tomó el jarro de oro. Cuando las dos perritas trajeron su desayuno, les echó unas gotas de agua; inmediatamente se convirtieron en los hermosas jóvenes. Sin decir palabra, la niña salió a la calle y fue echando agua sobre todos los animales que encontraba. Y todos se iban convirtiendo en hombres y mujeres, en niñas y niños, según lo que fueran antes del encantamiento. Al fin, la Ciudad de las Mil Torres se elevó sobre las aguas. Celiana gritaba, reía, daba volteretas por el suelo... ¡Tenía tantas ganas de hablar! La ciudad era tan hermosa, las gentes eran allí tan felices que ... Celiana y su padre se quedaron a vivir en la Ciudad de las mil Torres.
sábado, 13 de julio de 2013
Cuentos Clásicos XXI: LA CENICIENTA
Hubo una vez una joven muy bella que no tenía padres, sino madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea. Era ella quien hacía los trabajos más duros de la casa y como sus vestidos estaban siempre tan manchados de ceniza, todos la llamaban Cenicienta.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino. "Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-; te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos." Llegó el día del baile y Cenicienta apesadumbrada vio partir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos. "¿Por qué seré tan desgraciada?", exclamó. De pronto se le apareció su Hada Madrina: "No te preocupes. Tú también podrás ir al baile, pero con una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás que regresar sin falta." Y tocándola con su varita mágica la transformó en una maravillosa joven.
La llegada de Cenicienta al Palacio causó honda admiración. Al entrar en la sala de baile, el Rey quedó tan prendado de su belleza que bailó con ella toda la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería aquella joven. En medio de tanta felicidad Cenicienta oyó sonar en el reloj de Palacio las doce. "¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme!", exclamó. Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado.
Para encontrar a la bella joven, el Rey ideó un plan. Se casaría con aquella que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino. Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera bien el zapatito. Al fin llegaron a casa de Cenicienta, y claro está que sus hermanastras no pudieron calzar el zapato, pero cuando se lo puso Cenicienta vieron con estupor que le estaba perfecto. Y así sucedió que el Príncipe se casó con la joven y vivieron muy felices.
lunes, 24 de junio de 2013
sábado, 15 de junio de 2013
jueves, 13 de junio de 2013
Cuentos Clásicos XX: LA CASA DE CHOCOLATE
Había una vez una pobre familia que vivía en su perdido bosque lejos de todos sitios. Tenían dos hijos, el chico se llamaba Haensel y la chica, Gretel. Todos los días Haensel y Gretel iban con su padre a buscar leña para su casa. Un día, salieron con su padre en busca de ramitas. Su papá les advirtió que no se distrajeran porque se podrían perder, pero Haensel y Gretel no le hicieron mucho caso porque estaban jugando. Al llegar a la mitad del camino, su papá les dijo: "Vamos a separarnos, vosotros dos ir por allí, y yo iré por aquí, pero antes del anochecer tenéis que estar aquí para volver juntos a casa, ¿vale?". "Sí, papá, no te preocupes." "Bueno, hijos, tened cuidado, dadme un beso."
Los dos hermanos besaron a su padre y alegremente se fueron cantando y saltando mientras cogían ramas. Tan bien se lo estaban pasando que no se fijaron en el camino que estaban recorriendo y de repente se dieron cuenta de que estaban perdidos. Haensel se asustó mucho, pero su hermana que era un poco más valiente que él le dijo: "No te preocupes hermanito, todavía no ha anochecido, seguro que encontramos el camino de vuelta." Haensel y Gretel empezaron a andar sin saber muy bien hacia donde iban y con miedo porque pronto anochecería. De pronto, ¡qué sorpresa!, ¡no se lo podían creer! ¡Era una casa de chocolate allí, en medio del bosque! Al principio, los dos hermanos no se atrevían a acercarse, pero decidieron cogerse de la mano e ir juntos. Miraron por la ventana y vieron que no había nadie dentro. Por fuera de la casa tenía ladrillos de chocolate, tejado de mazapán, cristales de caramelo. Tenían mucha hambre y pensaron que si le daban un bocado a un ladrillo no pasaría nada y así lo hicieron. Mientras comían se dieron cuenta que la puerta de la casa estaba abierta. Decidieron entrar. ¡Qué susto cuando vieron lo que allí había! Un gran fuego con un enorme caldero y jaulas que colgaban del techo, sapos y culebras en botes ¡Qué asco! Estaban ensimismados mirando y, de pronto... ¡Ja, Ja, Ja, Ja!
Era la risa de una fea bruja que entró en la casa montada en su escoba y tras de sí cerró la puerta con llave y Haensel y Gretel quedaron allí atrapados. La bruja los cogió y metió a cada niño en una jaula, cerro y colgó la llave en la pared, diciendo: "¡Creíais que os podías comer mi casa! Ja, Ja. Pues ahora quién os comerá seré yo, pero antes tenéis que engordar porque estáis muy flacos. Y así cada día la bruja les daba mucho de comer y les pedía que sacaran el brazo entre los barrotes, pero Haensel que muy inteligente, se dio cuenta que la bruja apenas veía y cuando ella le decía que sacara el brazo, él y su hermana sacaban un hueso de pollo y así la bruja decidía no comérselos aún, hasta que se cansó y dijo: "¡Ya está bien! Me da igual lo flaco que estés, te comeré a tí primero." La bruja cogió la llave y sacó a Haensel de la jaula. Se enfadó mucho al notar que el niño estaba más gordito y que la había engañado. Se enfadó tanto que se olvidó que la llave la había dejado puesta en la jaula. Mientras la bruja gritaba y metía a Haensel en el caldero, Gretel cogió la llave, salió de su jaula, agarró la escoba en que la bruja volaba y le atizó en la cabeza, entonces su hermano y ella subieron a la escoba y salieron volando de allí. La bruja quería perseguirlos pero no podía hacer nada sin su escoba, así que no pudo agarrarlos.
Los dos hermanos se dirigieron alegremente a su casa, y ¡cuál fue la sorpresa de sus padres cuando los vieron llegar sanos y salvos en la escoba! Se besaron y abrazaron felizmente, utilizaron la escoba para ir de pueblo en pueblo vendiendo leña y así nunca les faltó para comer, y además los dos hermanos aprendieron una gran lección: "Nunca hay que fiarse de las apariencias". Por eso si veis a un desconocido que os llama, aunque parezca bueno.... No os fiéis.
martes, 14 de mayo de 2013
Dove Real Beauty Sketches Directed by John X. Carey (subtitulos en espan...
Merece la pena que malgasteis los siete minutos que dura el video y me entendereis porque es un video muy bueno.
lunes, 13 de mayo de 2013
Cuentos Clásicos XIX: LA BELLA Y LA BESTIA
Èrase una vez... un mercader que, antes de partir para un largo viaje de negocios, llamó a sus tres hijas para preguntarles qué querían que les trajera a cada una como regalo. La primera pidió un vestido de brocado, la segunda un collar de perlas y la tercera, que se llamaba Bella y era la más gentil, le dijo a su padre: "Me bastará una rosa cortada con tus manos."
El mercader partió y, una vez ultimados sus asuntos, se dispuso a volver cuando una tormenta le pilló desprevenido. El viento soplaba gélido y su caballo avanzaba fatigosamente. Muerto de cansancio y de frío, el mercader de improviso vio brillar una luz en medio del bosque. A medida que se acercaba a ella, se dio cuenta que estaba llegando a un castillo iluminado. "Confío en que puedan ofrecerme hospitalidad", dijo para sí esperanzado. Pero al llegar junto a la entrada, se dio cuenta de que la puerta estaba entreabierta y, por más que llamó, nadie acudió a recibirlo.
Entró decidido y siguió llamando. En el salón principal había una mesa iluminada con dos candelabros y llena de ricos manjares dispuestos para la cena. El mercader, tras meditarlo durante un rato, decidió sentarse a la mesa; con el hambre que tenía consumió en breve tiempo una suculenta cena. Después, todavía intrigado, subió al piso superior. A uno y otro lado de un pasillo larguísimo, asomaban salones y habitaciones maravillosos. En la primera de estas habitaciones chisporroteaba alegremente una lumbre y había una cama mullida que invitaba al descanso. Era tarde y el mercader se dejó tentar; se echó sobre la cama y quedó dormido profundamente.
Al despertar por la mañana, una mano desconocida había depositado a su lado una bandeja de plata con una cafetera humeante y fruta. El mercader desayunó y, después de asearse un poco, bajó para darle las gracias a quien generosamente lo había hospedado. Pero al igual que la noche anterior, no encontró a nadie y, agitando la cabeza ante tan extraña situación, se dirigió al jardín en busca de su caballo que había dejado atado a un árbol, cuando un hermoso rosal atrajo su atención. Se acordó entonces de la promesa hecha a Bella, e inclinándose cortó una rosa.
Inesperadamente, de entre la espesura del rosal, apareció una bestia horrenda que iba vestida con un bellísimo atuendo; con voz profunda y terrible le amenazó: " ¡Desagradecido! Te he dado hospitalidad, has comido en mi mesa y dormido en mi cama y, en señal de agradecimiento, ¿vas y robas mis rosas preferidas? ¡Te mataré por tu falta de consideración!" El mercader, aterrorizado, se arrodilló temblando ante la fiera: ¡Perdóname!¡Perdóname la vida! Haré lo que me pidas! ¡La rosa era para mi hija Bella, a la que prometí llevársela de mi viaje!" La bestia retiró su garra del desventurado. " Te dejaré marchar con la condición de que me traigas a tu hija." El mercader, asustado, prometió obedecerle y cumplir su orden.
Cuando el mercader llegó a casa llorando, fue recibido por sus tres hijas, pero después de haberles contado su terrorífica aventura, Bella lo tranquilizó diciendo: "Padre mío, haré cualquier cosa por tí. No debes preocuparte, podrás mantener tu promesa y salvar así la vida! ¡Acompáñame hasta el castillo y me quedaré en tu lugar!" El padre abrazó a su hija: "Nunca he dudado de tu amor por mí. De momento te doy las gracias por haberme salvado la vida. Esperemos que después..."
De esta manera, Bella llegó al castillo y la Bestia la acogió de forma inesperada: fue extrañamente gentil con ella. Bella, que al principio había sentido miedo y horror al ver a la Bestia, poco a poco se dio cuenta de que, a medida que el tiempo transcurría, sentía menos repulsión. Le fue asignada la habitación más bonita del castillo y la muchacha pasaba horas y horas bordando cerca del fuego. La Bestia, sentada cerca de ella, la miraba en silencio durante largas veladas y, al cabo de cierto tiempo empezó a decirles palabras amables, hasta que Bella se apercibió sorprendida de que cada vez le gustaba más su conversación.
Los días pasaban y sus confidencias iban en aumento, hasta que un día la Bestia osó pedirle a Bella que fuera su esposa. Bella, de momento sorprendida, no supo qué responder. Pero no deseó ofender a quien había sido tan gentil y, sobre todo, no podía olvidar que fue ella precisamente quien salvó con su sacrificio la vida de su padre. "¡No puedo aceptar!" empezó a decirle la muchacha con voz temblorosa,"Si tanto lo deseas..." "Entiendo, entiendo. No te guardaré rencor por tu negativa." La vida siguió como de costumbre y este incidente no tuvo mayores consecuencias.
Hasta que un día la Bestia le regaló a Bella un bonito espejo de mágico poder. Mirándolo, Bella podía ver a lo lejos a sus seres más queridos. Al regalárselo, el monstruo le dijo: "De esta manera tu soledad no será tan penosa". Bella se pasaba horas mirando a sus familiares. Al cabo de un tiempo se sintió inquieta, y un día la Bestia la encontró derramando lágrimas cerca de su espejo mágico. "¿Qué sucede?" quiso saber el monstruo. "¡Mi padre está muy enfermo, quizá muriéndose! ¡Oh! Desearía tanto poderle ver por última vez!" "¡Imposible! ¡Nunca dejarás este castillo!" gritó fuera de sí la Bestia, y se fue.
Al poco rato volvió y con voz grave le dijo a Bella: "Si me prometes que a los siete días estarás de vuelta, te dejaré marchar para que puedas ver a tu padre." ¡Qué bueno eres conmigo! Has devuelto la felicidad a una hija devota." le agradeció Bella feliz. El padre, que estaba enfermo más que nada por el desasosiego de tener a su hija prisionera de la Bestia en su lugar, cuando la pudo abrazar, de golpe se sintió mejor, y poco a poco se fue recuperando. Los días transcurrían deprisa y el padre finalmente se levantó de la cama curado. Bella era feliz y se olvidó por completo de que los siete días habían pasado desde su promesa.
Una noche se despertó sobresaltada por un sueño terrible. Había visto a la Bestia muriéndose, respirando con estertores en su agonía, y llamándola: "¡Vuelve! ¡Vuelve conmigo!" Fuese por mantener la promesa que había hecho, fuese por un extraño e inexplicable afecto que sentía por el monstruo, el caso es que decidió marchar inmediatamente. "¡Corre, corre caballito!" decía mientras fustigaba al corcel por miedo de no llegar a tiempo..Al llegar al castillo subió la escalera y llamó. Nadie respondió; todas las habitaciones estaban vacías. Bajó al jardín con el corazón encogido por un extraño presentimiento. La Bestia estaba allí, reclinada en un árbol, con los ojos cerrados, como muerta.
Bella se abalanzó sobre el monstruo abrazándolo: "No te mueras! No te mueras! Me casaré contigo!" Tras esas palabras, aconteció un prodigio: el horrible hocico de la Bestia se convirtió en la figura de un hermoso joven. "¡Cuánto he esperado este momento! Una bruja maléfica me transformó en un monstruo y sólo el amor de una joven que aceptara casarse conmigo, tal cual era, podía devolverme mi apariencia normal. Se celebró la boda, y el joven príncipe quiso que, para conmemorar aquel día, se cultivasen en su honor sólo rosas en el jardín. He aquí porqué todavía hoy aquel castillo se llama "El Castillo de la Rosa".
lunes, 15 de abril de 2013
Vuelve "Friends"
Los actores de la serie se reunirán para llevar el éxito de la tv a la pantalla grande...
Amigos son los amigos... y ellos llegan a la pantalla grande para alegría de sus seguidores. "Rachel", "Phoebe", "Mónica", "Chandler", "Ross" y "Joey", los protagonistas de la serie de TV "Friends", dejaron la pantalla chica en medio de lágrimas el año 2004.
Fueron diez exitosos años de trabajo juntos, y el fin del programa les provocó una enorme tristeza, al igual que a sus millones de fanáticos alrededor del mundo. Sin embargo, una feliz noticia les devuelve la sonrisa: se confirmó que la exitosa comedia de situaciones será llevada a la pantalla grande con sus actores originales.
Así es, no hay error de tipeo, leyeron bien. Jennifer Aniston, Courteney Cox, Lisa Kudrow, Matt LeBlanc, Matthew Perry y David Schwimme, quienes cobraban 1 millón de dólares por episodio, se juntarán nuevamente para grabar la versión cinematográfica de la serie que en su época fue considera la más exitosa de la historia de la televisión estadounidense.
La noticia fue publicada por el Daily Mail del Reino Unido, donde se afirma que los seis actores llegaron a un acuerdo con los estudios Warner Brothers para protagonizar la película en la que también participarán los creadores de la serie David Crane y Marta Kauffman, quienes producirán y escribirán el filme.
"Friends" debutó en la cadena NBC en 1994, duró 10 temporadas y marcó un éxito enorme para la televisión. Rompió récords de sintonía en el horario estelar y ganó dos Globos de Oro y seis premios Emmy. El furor por el programa fue tan grande, que muchas figuras no se quisieron perder la posibilidad de trabar en ella como figuras invitadas: Bruce Willis, Brad Pitt, Cristina Applegate, George Clooney, Tom Selleck, Kathleen Turner, Susan Sarandon, Reese Witherspoon, entre otros.
domingo, 14 de abril de 2013
sábado, 13 de abril de 2013
Cuentos Clasicos XVIII: LA BELLA DURMIENTE
En un país muy lejano nació una pequeña princesita y en todo el reino eran muy felices por esta nueva llegada. Todas las hadas del reino fueron a darle la bienvenida a la niña y a obsequiarla con un don; sería bondadosa, feliz, guapa, etc.
Pero de pronto, tanta alegría se desvaneció al aparecer la bruja rencorosa, que dijo: "El don con que yo obsequio a la niña es que cuando cumpla quince años, se pinchará y dormirá por siempre."
La reina lloraba desconsolada al ver la maldad de la bruja rencorosa. Pero entre tanto llegó el hada de los niños y dijo: "No os preocupéis, yo arreglaré la situación." Agitó varias veces su varita y después dijo: "No he podido deshacer el hechizo de la bruja, pero he conseguido que sólo duerma cien años. Mientras tanto debéis de alejar cualquier objeto con el que se pueda pinchar."
Pasó el tiempo y en el reino se hacían los preparativos para celebrar el quince cumpleaños de la princesita, cuando de repente apareció la bruja y se llevó a la pobre niña a su desván. Allí la bruja rencorosa le enseñó una aguja y la inocencia de la niña hizo que se pinchara.
Sus padres extrañados por la larga ausencia, corrieron a buscarla y al final la encontraron dormida. "¡Pobre hija mía! ¿qué haremos ahora?". En vista de lo sucedido, el hada de los niños decidió que todos permaneciesen dormidos al igual que la princesita y que despertasen todos a la vez.
Pasaron los cien años, y un buen día un joven príncipe pasó cerca del castillo. Se dio cuenta de que todo estaba muy descuidado y que nadie respondía a sus llamadas. Intrigado por tanto misterio, decidió entrar dentro. Una vez allí se dirigió al dormitorio de la princesa, como si alguien lo guiase inconscientemente. Cuando descubrió a la bella princesa, la besó, despertándose ésta de su largo letargo. Y desde ese momento fueron todos muy felices y comieron perdices.
Homilia del Cardenal Bergoglio
El texto completo de la homilía del cardenal Bergoglio
El siguiente es el texto completo de la homilía del purpurado:
"El año pasado leímos aquí la parábola del Buen Samaritano con la cual Jesús nos abre los ojos a esa verdad tan grande: El está misteriosamente presente en los más pobres, está presente en toda carne sufriente y necesitada. Cuando nos acercamos al que está necesitado y nos hacemos prójimos se nos enternece el corazón, se nos abren los ojos y vemos a Jesús. ¿Se acuerdan? Y recordaba que la manera de no pasar de largo ante tanta necesidad como la que hay, hoy, en nuestro pueblo es mantener encendida nuestra esperanza. Mientras luchamos por la justicia y vivimos solidariamente tenemos que mantener encendida nuestra esperanza.
"En este día, con el Evangelio de las Bienaventuranzas, el Señor da un paso más en su enseñanza: el dolor no es solamente algo que reclama ayuda y exige soluciones. El dolor, si se lo vive como nos enseña Cristo, esconde también una bendición y hasta una cierta alegría. Alegría dolorosa, ciertamente, pero verdadera. ¡Qué consolador es escuchar todos juntos, como pueblo reunido por la fe, este evangelio de las Bienaventuranzas de Jesús! Jesús se acerca a las cosas que nos duelen, que nos dan miedo, que nos preocupan, que nos angustian... y las transforma con su Palabra, con esa Palabra suya tan cercana y compañera, palabra de amigo y palabra de Dios.
Podemos decir que cuando Jesús se acerca a nuestro dolor las cosas se ven distintas: Jesús nos habla de los pobres, de los que tienen hambre, de los que lloran, de los que son injustamente perseguidos... pero hay esperanza en su tono de voz, hasta nos consuela escucharlo. Felices ustedes los que ahora lloran porque serán consolados, nos dice. Y esa palabra ya es como si nos enjugara las lágrimas.
"Y sucede algo más todavía. Cuando Jesús dice: pobres de ustedes, los ricos, los que ahora están satisfechos, los que ahora se ríen, los que sólo reciben alabanzas..., más que darnos bronca, estas personas de las que habla Jesús terminan dándonos pena. Es como si viéramos su necesidad, que lo suyo va a terminar mal. Sabemos que el camino de la vida no va por ahí.
"Las imágenes contrastantes que usa Jesús en las bienaventuranzas me recuerdan a las que vemos en los noticieros: gente pobre en la calle y gente rica festejando fastuosamente, pobres perseguidos por reclamar trabajo y ricos que eluden la justicia y encima los aplauden; gente que llora por la violencia y gente que tira comida... Parece un noticiero. Y sin embargo Jesús valora las cosas distinto que los noticieros. El mira hondo en la realidad de la vida y nos dice: “¡Ay! del corazón que no sabe llorar, ¡ay! del corazón que no tiene hambre y sed de justicia, ¡ay! del corazón que no se siente pobre de amor, ¡ay! del corazón que está hinchado de vanidad... es un pobre corazón, un corazón que acabará endurecido, despreciado, solo”.
"Jesús mira hondo en los corazones de cada uno de nosotros, que venimos cargados de penas y agobiados por los problemas de trabajo y nos va diciendo: feliz vos que estás aquí, haciendo cola para pedir pan y trabajo. Feliz vos que tenés un corazón humilde y no te sentís ni más ni menos que tu hermano que está a tu lado. Feliz vos que podés estar orgulloso de no tener ningún privilegio, salvo el de ser mi hijo muy querido. Feliz voz que tenés esa bronca que es hambre y sed de justicia y sabés reclamar y protestar, pero sin hacer daño a nadie, y antes que nada venís a pedirle a tu Dios y Señor. Feliz vos que hacés el bien y muchas veces sos malentendido y criticado, pero no bajás los brazos de tu esperanza. Feliz vos que sabés llorar con mansedumbre y esperando sólo en Dios... Feliz no por lo que te falta, ni porque se te vayan a solucionar ya mismo todos tus sufrimientos (siempre hay algún sufrimiento), sino feliz porque el don de Dios es tan grande que sólo si tu corazón está desmedidamente abierto lo podrás recibir. Por eso Jesús llama felices a los que les pasan cosas que les abren el corazón y se lo ensanchan.
"De entre todas las bienaventuranzas quiero detenerme un momento en la bienaventuranza de las lágrimas, porque nos hace saborear las bendiciones de Jesús y nos abre el corazón a Dios mientras vamos rezando en la cola y pedimos a nuestro querido San Cayetano por todas nuestras necesidades.
"La bendición de los que lloran nos invita a llorar por nuestra Patria, con esa oración tan antigua como es la oracón de lamentación, en la que un pueblo sabe arrepentirse de sus pecados y volver sus ojos al único Dios verdadero, al único capaz de salvar, dejando atrás las ilusiones vanas y los dioses falsos. Es como si Jesús nos dijera: felices ustedes los que lloran por nuestra patria con esas lágrimas que no son sólo de uno sino de todos, con las lágrimas del que reza el Padrenuestro y cuando dice pan, dice ´el pan nuestro´, y cuando dice perdón dice ´perdónanos nuestros pecados´.
"La bendición a los que lloran nos recuerda también nuestros llantos de familia. Es como si Jesús nos dijera: felices ustedes los que lloran cuando la familia duerme y nadie los ve, y aprietan fuerte mi cruz entre sus manos hasta quedar fortalecidos. Porque en las lágrimas de una mamá o de un papá que llora por sus hijos se esconde la mejor oración que se puede hacer en esta tierra: esa oración de lágrimas silenciosas y mansas que es como la de nuestra Señora al pie de la Cruz, que sabe estar al lado de su Hijo sin estallidos ni escándalos, acompañando e intercediendo.
"Felices ustedes los que lloran al acercarse a San Cayetano, pidiendo el pan y el trabajo, y en esa lágrima que apenas asoma confían su pedido y ruego sin muchas palabras, seguros de que han sido escuchados y atendidos. San Cayetano intercede por su pueblo fiel, por todo el pueblo argentino. Y en estos momentos tan duros, redoblamos nuestra fe y nuestra confianza en Jesús nuestro Señor. El nos ha prometido que El mismo, en persona, se encargará de enjugar nuestras lágrimas. Felices nosotros si ponemos en El toda nuestra esperanza.
"La bendición a los que lloran nos recuerda, finalmente, nuestro llanto de niños, es como si Jesús nos dijera: felices ustedes los que lloran como cuando eran niños y su madre los consolaba. Es verdad eso que dicen que sólo pueden consolarnos de verdad Dios nuestro Señor y nuestra madre. Por eso, ponemos nuestras lágrimas ante los ojos de la Virgen, y mientras ´suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas´ le decimos: ´Ea pues, Señora y abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús..."
jueves, 14 de marzo de 2013
«Habemus Papam Franciscum»
Con esta frase se vuelve a activar la cuenta de twitter @pontifex después del anuncio de que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio es el nuevo pontífice de la Iglesia católica.
Con el nombre de Francisco I, el Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio ha sido escogido por el Colegio de electores como el sucesor de Benedicto XVI.
En un gesto de digna humildad, el nuevo Papa ha pedido a los fieles presentes en la Plaza de San Pedro, antes de dar la bendición protocolar, que ellos imploren la bendición del cielo para él. Luego sí, según el ritual solemne, leído en latín, dio la bendición a los presentes en la Plaza de San Pedro y al mundo. Después ha retirado su estola pontifical y con serenidad y rostro de bondad recibío las aclamaciones y los saludos del pueblo.
"Mañana voy a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma, buenas noches y buen reposo" ha dicho el Papa Francisco I despidiéndose de la multitud.
Biografía del Papa Francisco I
A continuación algunos rasgos biográficos del nuevo Papa, fundamentados en perfil realizado por la Agencia Zenit.
El cardenal Jorge Bergoglio, 77 años, nació en el barrio argentino de Flores en el Gran Buenos Aires el 17 de diciembre de 1936. Tras estudiar como técnico químico eligió el sacerdocio y entró en la Compañía de Jesús.
Estudio filosofía y teología en ambas facultades del Colegio Máximo San José. Fue maestro de novicios y profesor universitario en teología, provincial de los Jesuitas en su país y presidente de la Conferencia episcopal del 2005 al 2011. El 13 diciembre de 1969 fue ordenado sacerdote. Cumplió un postgrado en la Universidad de Alcalá de Henares y en 1986 concluyó su tesis doctoral en Alemania. Juan Pablo II lo creó cardenal en el 2001.
Tiene una fuerte experiencia pastoral, y ha sido reconocido como un hombre de carácter. Su pagina en Facebook cuenta más de 37.000 ´me gusta´ . Viaja normalmente en subterráneo, metro o medios públicos.
Se ha caracterizado como un firme defensor del derecho a la vida, y de la esencia familiar.
Es conocida también su sensibilidad por las clases menos favorecidas. A los religiosos les ha pedido "salir a dar testimonio e interesarse por el hermano" porque la cultura del encuentro "nos hace hermanos, nos hace hijos, y no socios de una ONG o prosélitos de una multinacional".
En diversas oportunidades criticó fuertemente la corrupción y la trata de personas con imágenes fuertes: "Se cuida mejor a un perro que a estos esclavos nuestros". O "la esclavitud está a la orden del día, hay chicos en situación de calle desde hace años, no sé si más o menos, pero hay muchos". Sus palabras han sido también fuertes con relación a la degradación de menores.
Ha criticado fuertemente el "limitar y eliminar el valor supremo de la vida e ignorar los derechos de los niños por nacer". Y aseveró: "el aborto nunca es una solución". Se opuso a la liberalización de drogas y exhortó a los jóvenes a no creerles a "los mercaderes de la muerte".
Ha advertido contra la falta de "humildad" de los gobernantes y la "veleidad" como un desvalor "que carece de toda propuesta".
Sobre Aparecida indicó que "la inspiración del Espíritu es la gran luz que hubo ahí. Sombras son las mil y una cositas que trababan y tuvimos que superar". "Todo fue un complejo de luces y sombras y que ganó la luz".
Siempre se mostró reacio a obtener encargos de un cierto peso en la Curia Romana, si bien fue nombrado consultor de la Pontificia Comisión de América Latina; miembro de las Congregaciones para el Culto Divino y la disciplina de los sacramentos; del Clero; de los Institutos de Vida Consagrada, del Consejo postsinodal, y de la presidencia del Pontificio Consejo para la Familia.
La fuerza de la Iglesia -indicó el entonces purpurado en el sínodo sobre la nueva evangelización- está en la comunión y su debilidad en la división y en la contraposición.
Datos del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.S. Francisco I
Fuente:catholic.net
miércoles, 13 de marzo de 2013
Cuentos Clásicos XVII: HANSEL Y GRETEL
Allá a lo lejos, en una choza próxima al bosque vivía un leñador con su esposa y sus dos hijos: Hansel y Gretel. El hombre era muy pobre. Tanto, que aún en las épocas en que ganaba más dinero apenas si alcanzaba para comer. Pero un buen día no les quedó ni una moneda para comprar comida ni un poquito de harina para hacer pan. "Nuestros hijos morirán de hambre", se lamentó el pobre esa noche. "Solo hay un remedio -dijo la mamá llorando-. Tenemos que dejarlos en el bosque, cerca del palacio del rey. Alguna persona de la corte los recogerá y cuidará". Hansel y Gretel, que no se habían podido dormir de hambre, oyeron la conversación. Gretel se echó a llorar, pero Hansel la consoló así: "No temas. Tengo un plan para encontrar el camino de regreso. Prefiero pasar hambre aquí a vivir con lujos entre desconocidos".
Al día siguiente la mamá los despertó temprano. "Tenemos que ir al bosque a buscar frutas y huevos -les dijo-; de lo contrario, no tendremos que comer". Hansel, que había encontrado un trozo de pan duro en un rincón, se quedó un poco atrás para ir sembrando trocitos por el camino. Cuando llegaron a un claro próximo al palacio, la mamá les pidió a los niños que descansaran mientras ella y su esposo buscaban algo para comer. Los muchachitos no tardaron en quedarse dormidos, pues habían madrugado y caminado mucho, y aprovechando eso, sus padres los dejaron. Los pobres niños estaban tan cansados y débiles que durmieron sin parar hasta el día siguiente, mientras los ángeles de la guarda velaban su sueño.
Al despertar, lo primero que hizo Hansel fue buscar los trozos de pan para recorrer el camino de regreso; pero no pudo encontrar ni uno: los pájaros se los habían comido. Tanto buscar y buscar se fueron alejando del claro, y por fin comprendieron que estaban perdidos del todo. Anduvieron y anduvieron hasta que llegaron a otro claro. ¿A que no sabéis que vieron allí? Pues una casita toda hecha de galletitas y caramelos. Los pobres chicos, que estaban muertos de hambre, corrieron a arrancar trozos de cerca y de persianas, pero en ese momento apareció una anciana. Con una sonrisa muy amable los invitó a pasar y les ofreció una espléndida comida. Hansel y Gretel comieron hasta hartarse. Luego la viejecita les preparó la cama y los arropó cariñosamente.
Pero esa anciana que parecía tan buena era una bruja que quería hacerlos trabajar. Gretel tenía que cocinar y hacer toda la limpieza. Para Hansel la bruja tenía otros planes: ¡quería que tirara de su carro! Pero el niño estaba demasiado flaco y debilucho para semejante tarea, así que decidió encerrarlo en una jaula hasta que engordara. ¡Gretel no podía escapar y dejar a su hermanito encerrado! Entretanto, el niño recibía tanta comida que, aunque había pasado siempre mucha hambre, no podía terminar todo lo que le llevaba. Como la bruja no veía más allá de su nariz, cuando se acercaba a la jaula de Hansel le pedía que sacara un dedo para saber si estaba engordando. Hansel ya se había dado cuenta de que la mujer estaba casi ciega, así que todos los días le extendía un huesito de pollo. "Todavía estás muy flaco -decía entonces la vieja-. ¡Esperaré unos días más!".
Por fin, cansada de aguardar a que Hansel engordara, decidió atarlo al carro de cualquier manera. Los niños comprendieron que había llegado el momento de escapar. Como era día de amasar pan, la bruja había ordenado a Gretel que calentara bien el horno. Pero la niña había oído en su casa que las brujas se convierten en polvo cuando aspiran humo de tilo, de modo que preparó un gran fuego con esa madera.
"Yo nunca he calentado un horno -dijo entonces a la bruja-. ¿Por que no miras el fuego y me dices si está bien?". "¡Sal de ahí, pedazo de tonta! -chilló la mujer-. ¡Yo misma lo vigilaré!". Y abrió la puerta de hierro para mirar. En ese instante salió una bocanada de humo y la bruja se deshizo. Solo quedaron un puñado de polvo y un manojo de llaves. Gretel recogió las llaves y corrió a liberar a su hermanito. Antes de huir de la casa, los dos niños buscaron comida para el viaje. Pero, cual sería su sorpresa cuando encontraron montones de cofres con oro y piedras preciosas! Recogieron todo lo que pudieron y huyeron rápidamente.
Tras mucho andar llegaron a un enorme lago y se sentaron tristes junto al agua, mirando la otra orilla. ¡Estaba tan lejos! “¿Queréis que os cruce?”, preguntó de pronto una voz entre los juncos. Era un enorme cisne blanco, que en un santiamén los dejó en la otra orilla. ¿Y adivinen quien estaba cortando leña justamente en ese lugar? ¡El papá de los chicos! Sí, el papá que lloró de alegría al verlos sanos y salvos. Después de los abrazos y los besos, Hansel y Gretel le mostraron las riquezas que traían, y tras agradecer al cisne su oportuna ayuda, corrieron todos a reunirse con la mamá.
domingo, 3 de marzo de 2013
viernes, 1 de marzo de 2013
Xabi Alonso Vanity Fair March 2013
Este mes de Marzo la revista Vanity Fair nos sorprende con un articulo IMPRESIONANTE de Xabi Alonso, para aquellos quienes no lo hayan leido aun, os recomiendo ir mañana mismo al quiosco. de momento os dejo con un video de la sesion de fotos, espero que los disfruteis....
jueves, 28 de febrero de 2013
Renuncia del papa Benedicto XVI
Queridísimos hermanos,
Os he convocado a este Consistorio, no sólo para las tres causas de canonización, sino también para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado. Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20.00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice.
Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos. Ahora, confiamos la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mi respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la plegaria.
Vaticano, 10 de febrero 2013
BENEDICTUS PP. XVI
martes, 26 de febrero de 2013
lunes, 25 de febrero de 2013
OSCARs 2013
lunes, 18 de febrero de 2013
CIBELES MADRID FASHION WEEK del 18 al 22 de FEBRERO
Arrancamos este lunes con la Semana de la Moda de Madrid.
DÍA 18
Andrés Sardá
Francis Montesinos
Hannibal Laguna
Miguel Palacio
Teresa Helbig
Ana Locking
Juana Martín y Maya Hansen
DÍA 19
Rabaneda y María Barros
Ailanto
Roberto Torretta
Roberto Verino
Victorio & Lucchino
Ángel Schlesser
Aristocrazy
DÍA 20
Ion Fiz y Sara Coleman
Davidelfín
Juanjo Oliva
AA de Amaya Arzuaga
Duyos
Devota & Lomba
Agatha Ruiz de la Prada
Mahou Urban Collection por Bimba
DÍA 21
Sita Murt
TCN
Etxeberría y Moisés Nieto
María Escoté y Martín Lamothe
Miguel Marinero y Jesús Lorenzo
DÍA 22
EGO: Pepa Salazar y POL
EGO: Manémané y Våldnad
EGO: Heridadegato y H O W L by Maria Glück
EGO: Eugenio Loarce y Pablo Erroz
Premio Mercedes-Benz Fashion Talent
EGO: Leyre Valiente y Ssic and Paul
OFF
Jose Matteos
María Lafuente
y para verlos en directo y entrevistas: http://www.mercedesbenzfashionweekmadrid.tv/
podeis buscar mas informacion en: http://www.mercedesbenzfashionweekmadrid.com/
y si quereis refrescar la semana de la moda de Nueva Yorl, aqui teneis la seleccion que han hecho en vogue: http://www.vogue.es/galerias/los-mejores-momentos-de-moda-y-belleza-de-otono-invierno-2013-2014-en-new-york-fashion-week/9356/image/687718
domingo, 17 de febrero de 2013
Premios GOYA 27 edicion
jueves, 14 de febrero de 2013
No es un adios, es un hasta siempre
aqui os dejo una entrada que han puesto en uno de los blogs que sigo, gracias: http://buildingllops.blogspot.com.es/
Te levantas un día, el sol brilla en lo alto y no hay ni una sola nube que te impida ver ese azul tan precioso de mediados de verano. Es un día más, en el que tu vida está plagada de maravillosas cosas y eso hace que te sientas feliz y orgullosa de todo lo que te rodea. No piensas que un simple vaso de Nesquik con cereales va a ser distinto a partir de ese día. No piensas que tu rutina cambiará, dando un giro de 180º. Lo único que tú sabes es que tu vida es magnífica y que nadie te lo puede arrebatar, por eso empiezas el día como si nada, como un día más.
Pero ese día va a ser diferente. Lo que parecía un día soleado se convierte en pocos minutos en un día lleno de nubes, aunque el sol brille con toda su fuerza, para ti y los que en ese momento te rodea, el sol no existe, las nube se apoderan y ya NADA tiene sentido. Solo, miras a tú alrededor y no entiendes nada, te preguntas: cómo un día normal se convierte en uno de los peores días de tu vida. ES POSIBLE.
Lo único que buscas en ese momento es una explicación a lo sucedido, pero no la tienes. Lo único que quieres es salir corriendo, y encontrarte con esa persona que ha dejado de estar en tu vida en menos de 10 minutos. La cabeza se te llena de preguntas sin respuesta ¿por qué? ¿Cómo? E incluso, por un tiempo no eres consciente que esa persona ya no va a estar más contigo. Te cuesta reaccionar ante lo que ha pasado y no sabes dónde meterte. Tu inmadurez no te deja ser consciente de lo que realmente está sucediendo
A partir de ese momento, los diferentes acontecimientos te mantienen entretenida y triste. Es una rara sensación, pero te sientes arropada por la gente y eso te hace un poco más fuerte y te ayudan a llevarlo lo mejor posible. Pero eres consciente que todo eso pasa, y que la realidad viene después. Una vez acabado todo tipo de evento/suceso, la REALIDAD se apodera. Tienes que seguir tu vida pero con un vacío dentro que hace que ya nada sea igual, que tu vida dé un giro de 180º y tengas que hacer frente a lo que se avecina.
Poco a poco, vas saliendo adelante con la ayuda de otras personas y sobretodo de tu familia que también ha pasado esa perdida y juntos lo vais superando.
Cuando ya pasa el tiempo, la gente empieza hacer sus preguntas, antes quizás no se atrevían por miedo o por respeto y empiezan las preguntas. En ese momento, cuando empiezas a contestar a cada una de ellas con serenidad y madurez, te das cuenta que lo ha superado, que aunque se te escape una lagrimita y se te haga un nudo en la garganta al contarlo, sabes que es natural ya que en cada respuesta hay una verdad y unas ganas tremendas de seguir adelante y la vez un montón de emociones y de tristeza porque sabes que le echas de menos y que le quieres con todas tus fuerzas.
Muchos te preguntan ¿cómo es posible? Yo no sé si hubiera podido superarlo. Sinceramente, os digo, que todo en esta vida es posible si se saca algo bueno de cada situación o directamente si aprendes algo que te hace ser mejor persona. A mí, por ejemplo, me enseñó a valorar lo que realmente tiene valor, a dar importancia a lo que hay que darla, y sobre todo a disfrutar cada momento con todos los que más quiero.
Sé que es difícil, pero la vida es un camino lleno de piedras. Hay piedras más grandes y otras pequeñas. Las pequeñas en muchos casos, no las hacemos casos, podemos hacer como sí se problema nunca hubiera existido, pero ¿y las grandes? No se puede evitar, por lo tanto o te haces fuerte y te enfrentas o no podrás seguir adelante. Ahora bien, no digo que sea fácil, pero si posible. Y superar una pérdida tan grande como fue la de mi padre, me costó muchísimo pero lo superé lo que no quiere decir que lo haya olvidado, ÉL siempre va a estar en mi corazón y sé que, donde quiera que esté, me cuida como a vosotros vuestro padre.
Cada vez que cuento esto, me emociono. Jamás pensé que una amiga mía me pidiera que publicara algo así, realmente al principio me negué, no me parecía bien contar mis intimidades al resto del mundo, pero por otra parte pensé y fue lo que realmente me animo hacerlo es el poder ayudar a alguien y darle fuerzas para que siga adelante, que si las cosas pasan son por algo y que todo en esta vida tiene recompensa, está claro que nadie va a poder sustituir la figura de mi padre, pero aunque siempre tenga ese vacío hay cosas en mi vida que realmente me animan a seguir adelante, porque sé que si yo estoy bien, el resto de mi familia va a estar bien y viceversa. Porque no soy la única que he perdido a alguien, mi hermano a su padre, mi madre a su marido, mis primos a su tío o padrino. Y solo por ver feliz a esas personas que son las que están ahora aquí, yo saco la mejor de mis sonrisas por mucho que le eche de menos, porque seguramente es lo que mi padre quiere, que seamos felices. Por eso, TODO SE SUPERA Y TODO EN ESTA VIDA TIENE RECOMPENSA
miércoles, 13 de febrero de 2013
Cuentos Clásicos XVI: EL VESTIDO MAGICO
En un lejano país, hace ya muchos años, vivía un rey llamado Carambolo II, era muy gordo y muy rico y se ocupaba de celebrar muchas fiestas y banquetes. Un día apareció en su reino un Mago y le dijo al rey que era capaz de fabricar maravillosas telas jamás vistas, y tenían la cualidad de ser invisibles para todos aquellos que fueran tontos.
Así que el rey le ofreció oro, plata y piedras preciosas para que le fabricase un precioso traje. El Mago se encerró en sus habitaciones y comenzó a trabajar.
El rey impaciente, al cabo de los días, comenzó a enviar a sus ministros para comprobar como iba el trabajo. Pero ninguno consiguió ver nada, así que cuando volvían a Palacio, temerosos de que el rey se pensara que eran tontos de capirote, mentían y decían que el trabajo iba muy bien y que resultaba precioso.
Por fin un día, el Mago mandó decir al rey que el vestido estaba terminado, así que Carambolo II reunió a la Corte y se encaminó a la casa del Mago. De un cofre magnífico, sacó el Mago el vestido, y después de quitar la túnica al rey dejándolo desnudo, hizo como si le colocara encima la maravillosa tela. Pero el rey Carambolo II no consiguió ver nada por más que se esforzaba en mirar, así que decidió hacer como si de veras viera el vestido.
El rey se paseaba por las calles mientras todos decían que el vestido era magnífico. Y únicamente los niños dijeron la verdad, y lo pasaron muy bien, riéndose y gritando llenos de alegría. "¡El rey va en calzones! ¡El rey va en calzones!". Mientras, pensaban que Carambolo II era un hombre lleno de humor y simpatía.
domingo, 10 de febrero de 2013
MINA
Calla, calla. No soy el mar, no soy el cielo,
ni tampoco soy el mundo en que tú vives.
Soy el calor que sin nombre avanza sobre las piedras frías,
sobre las arenas donde quedó la huella de un pesar,
sobre el rostro que duerme como duermen las flores
cuando comprenden, soñando, que nunca fueron hierro.
Soy el sol que bajo la tierra pugna por quebrantarla
como un brazo solísimo que al fin entreabre su cárcel
y se eleva clamando mientras las aves huyen.
Soy esa amenaza a los cielos con el puño cerrado,
sueño de un monte o mar que nadie ha transportado
y que una noche escapa como un mar tan ligero.
Soy el brillo de los peces que sobre el agua finge una
red de deseos,
un espejo donde la luna se contempla temblando,
el brillo de unos ojos que pueden deshacerse
cuando la noche o nube se cierran como mano.
Dejadme entonces, comprendiendo que el hierro es la
salud de vivir,
que el hierro es el resplandor que de sí mismo nace
y que no espera sino la única tierra blanda a que herir
como muerte,
dejadme que alce un pico y que hienda a la roca,
a la inmutable faz que las aguas no tocan.
Aquí a la orilla, mientras el azul profundo casi es negro,
mientras pasan relámpagos o luto funeral, o ya espejos,
dejadme que se quiebre la luz sobre el acero,
ira que, amor o muerte, se hincará en esta piedra,
en esta boca o dientes que saltarán sin luna.
Dejadme, sí, dejadme cavar, cavar sin tregua,
cavar hasta ese nido caliente o plumón tibio,
hasta esa carne dulce donde duermen los pájaros,
los amores de un día cuando el sol luce fuera.
VICENTE ALEIXANDRE
(España-1898)
De "La destrucción o el amor"
lunes, 4 de febrero de 2013
domingo, 13 de enero de 2013
Cuentos Clásicos XV: EL SOLDADITO DE PLOMO
La habitación de Carlos estaba repleta de juguetes. Había bailarinas, monos andadores, cajitas sorpresa, pelotas y muchas cosas más. y, además, nunca dejaban de llegar nuevos juguetes. Un día el papá de Carlos le regaló una caja con soldaditos de plomo. "Gracias papá", dijo Carlos, y rápidamente se lo llevó a su cuarto para jugar con ellos. Al abrir la caja se dio cuenta de que a uno de los soldaditos le faltaba una pierna. "Mira -le dijo a su hermana-, a este soldadito le falta una pierna, parece que hubiera ido a la guerra de verdad."
Después de jugar toda la tarde, Carlos y su hermana se fueron a dormir y dejaron cerrado el cuarto de los juguetes. "¡Adelante! -se escuchó-, es la hora de divertirse." Eran los juguetes que por la noche cobraban vida. Despertaron los soldados, y todos de un salto se pusieron a formar, todos menos el soldadito cojo que, con más cuidado, salió despacito de la caja. "¡A formar!, -lle gritó el capitán- ¡Un, dos, un, dos, un dos!". Pero el soldadito no podía seguir el ritmo de los demás, así que se sentó en un cubo numerado triste y cabizbajo. "No soy un soldado de verdad, ni siquiera puedo hacer la instrucción", pensaba y pensaba.
De pronto, empezó a escuchar una dulce música que lo hizo levantar la cabeza y.... ¡Oh, Dios mío! Una luz deslumbrante le revelaba a una preciosa bailarina que se movía con la melodía. Los ojos del soldadito se abrieron mucho, mucho, y también la boca, y como hipnotizado avanzó hasta tan bello espectáculo. La bailarina se dio cuenta de su presencia lo miró y sonrió dulcemente, y cuando el soldado fue a hablar: "¡¿Qué haces aquí?! -gritó un muñeco grande y feo-; ¡no te acerques a ella, me pertenece!", y se abalanzó contra él con muy malas intenciones. El soldado trató de defenderse pero cada vez se acercaba más y más a una ventana que habían dejado abierta. "¡Fuera de aquí!", gritó el muñeco y empujó al soldado. Éste perdió el equilibrio y cayó a la calle en un charco de barro.
Dos niños que jugaban lo encontraron y al verlo sucio y cojo no lo quisieron y decidieron montarlo en un barco de papel para verlo navegar por el río. El soldadito asustado tomó el mando del barco que corría río abajo a gran velocidad. El barquito de papel no aguantó mucho y se hundió al llegar al mar. El soldadito se hundió rápidamente, pero antes de llegar al fondo un gran pez, creyéndolo comida, se lo tragó. No pasaron muchos días cuando un pescador dio con el atrevido pez, y ocurrió que la madre de Carlos se lo compró sin saber lo que había en su interior.
Preparaba la cena la mamá cuando encontró al soldado, lo lavó bien y llamó a sus hijos: "Mirad lo que he encontrado". "¡Qué bien! ¡ Es como mi soldadito perdido! Mamá ¿crees que será el mismo?". "¿Quién sabe? -dijo la madre-, tal vez sea cosa de magia. Carlos corrió a su cuarto con el soldado y lo dejó en su cajita. Al cerrar la puerta saltó el soldado con intención de hablar con el malvado muñeco. "Esto no puede quedar así", se decía. Y fue en su busca. "¿Qué haces aquí? -le gritó el muñeco-, ¿quieres que vuelva a echarte a patadas de mi territorio?". "Esta vez no lo conseguirás", dijo el soldado. Y cuando el muñeco trató de agarrarlo se escuchó una voz. "Déjalo en paz". El muñeco miró atrás. ¡Era la bailarina acompañada de todos los juguetes! "Ya estamos hartos de que seas tan maleducado y te metas con los demás juguetes. Si quieres quedarte aquí deberás cambiar si no será mejor que te vayas", siguió diciendo la bailarina.
El malvado muñeco al verse rodeado y sin apoyo, agachó la cabeza y se fue farfullando: "Esto no quedará así". Pero antes de irse le paró el soldado: "No te olvides que ya no te tenemos miedo y que yo estaré aquí siempre para protegerlos". "¡Viva el soldado!", gritaron todos al escucharlo. Pero... ¿qué paso con la bailarina? Pues que el soldadito y ella se hicieron grandes amigos y por la noche, a la luz de la luna, ella bailaba y el soñaba con poderla acompañar algún día.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)