aqui voy a ir recopilando cosas que encuentro por ahi y q me parece que os puedan interesar
y mas cosas que se ma vayan ocurriendo
espero que os guste

domingo, 13 de enero de 2013

Cuentos Clásicos XV: EL SOLDADITO DE PLOMO

La habitación de Carlos estaba repleta de juguetes. Había bailarinas, monos andadores, cajitas sorpresa, pelotas y muchas cosas más. y, además, nunca dejaban de llegar nuevos juguetes. Un día el papá de Carlos le regaló una caja con soldaditos de plomo. "Gracias papá", dijo Carlos, y rápidamente se lo llevó a su cuarto para jugar con ellos. Al abrir la caja se dio cuenta de que a uno de los soldaditos le faltaba una pierna. "Mira -le dijo a su hermana-, a este soldadito le falta una pierna, parece que hubiera ido a la guerra de verdad." Después de jugar toda la tarde, Carlos y su hermana se fueron a dormir y dejaron cerrado el cuarto de los juguetes. "¡Adelante! -se escuchó-, es la hora de divertirse." Eran los juguetes que por la noche cobraban vida. Despertaron los soldados, y todos de un salto se pusieron a formar, todos menos el soldadito cojo que, con más cuidado, salió despacito de la caja. "¡A formar!, -lle gritó el capitán- ¡Un, dos, un, dos, un dos!". Pero el soldadito no podía seguir el ritmo de los demás, así que se sentó en un cubo numerado triste y cabizbajo. "No soy un soldado de verdad, ni siquiera puedo hacer la instrucción", pensaba y pensaba. De pronto, empezó a escuchar una dulce música que lo hizo levantar la cabeza y.... ¡Oh, Dios mío! Una luz deslumbrante le revelaba a una preciosa bailarina que se movía con la melodía. Los ojos del soldadito se abrieron mucho, mucho, y también la boca, y como hipnotizado avanzó hasta tan bello espectáculo. La bailarina se dio cuenta de su presencia lo miró y sonrió dulcemente, y cuando el soldado fue a hablar: "¡¿Qué haces aquí?! -gritó un muñeco grande y feo-; ¡no te acerques a ella, me pertenece!", y se abalanzó contra él con muy malas intenciones. El soldado trató de defenderse pero cada vez se acercaba más y más a una ventana que habían dejado abierta. "¡Fuera de aquí!", gritó el muñeco y empujó al soldado. Éste perdió el equilibrio y cayó a la calle en un charco de barro. Dos niños que jugaban lo encontraron y al verlo sucio y cojo no lo quisieron y decidieron montarlo en un barco de papel para verlo navegar por el río. El soldadito asustado tomó el mando del barco que corría río abajo a gran velocidad. El barquito de papel no aguantó mucho y se hundió al llegar al mar. El soldadito se hundió rápidamente, pero antes de llegar al fondo un gran pez, creyéndolo comida, se lo tragó. No pasaron muchos días cuando un pescador dio con el atrevido pez, y ocurrió que la madre de Carlos se lo compró sin saber lo que había en su interior. Preparaba la cena la mamá cuando encontró al soldado, lo lavó bien y llamó a sus hijos: "Mirad lo que he encontrado". "¡Qué bien! ¡ Es como mi soldadito perdido! Mamá ¿crees que será el mismo?". "¿Quién sabe? -dijo la madre-, tal vez sea cosa de magia. Carlos corrió a su cuarto con el soldado y lo dejó en su cajita. Al cerrar la puerta saltó el soldado con intención de hablar con el malvado muñeco. "Esto no puede quedar así", se decía. Y fue en su busca. "¿Qué haces aquí? -le gritó el muñeco-, ¿quieres que vuelva a echarte a patadas de mi territorio?". "Esta vez no lo conseguirás", dijo el soldado. Y cuando el muñeco trató de agarrarlo se escuchó una voz. "Déjalo en paz". El muñeco miró atrás. ¡Era la bailarina acompañada de todos los juguetes! "Ya estamos hartos de que seas tan maleducado y te metas con los demás juguetes. Si quieres quedarte aquí deberás cambiar si no será mejor que te vayas", siguió diciendo la bailarina. El malvado muñeco al verse rodeado y sin apoyo, agachó la cabeza y se fue farfullando: "Esto no quedará así". Pero antes de irse le paró el soldado: "No te olvides que ya no te tenemos miedo y que yo estaré aquí siempre para protegerlos". "¡Viva el soldado!", gritaron todos al escucharlo. Pero... ¿qué paso con la bailarina? Pues que el soldadito y ella se hicieron grandes amigos y por la noche, a la luz de la luna, ella bailaba y el soñaba con poderla acompañar algún día.
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